Era una noche horrible, afuera llovía descontroladamente. Adentro de la casa reinaba el silencio. El señor Dumont estaba en la sala, sentado junto a la chimenea, con un vaso de whisky en la mano. Su esposa lo miraba fijamente.
La violencia de la tormenta azotando las ventanas contrastaba con el silencio de muerte que mantenía la pareja Dumont. El señor Dumont, Richard, no había sido un buen marido, pero esas cosas corresponden a la vida privada de la pareja y no ahondaremos en detalles, nos dedicaremos a seguir el relato de la noche de la cual ya habíamos hablado.
Richard intentaba hablar con su mujer, para que ella lo perdonara. Pero ella hacia caso omiso de lo que decía su marido. Lo miraba fijamente y el fuego de la chimenea le daba un toque fantasmal a la fría y acusadora mirada de Clara. Los relámpagos iluminaban la escena y cada vez que lo hacían mostraban una botella de whisky más vacía...
Pasadas las doce el whisky se había acabado.
-¿por qué no me perdonas?- dijo el, ya ebrio, señor Dumont.
Clara se mantenía fría y le contestó con una mirada. Esos ojos fríos le atravesaban el alma. Habían pasado seis semanas desde que escucho por ultima vez la voz de su mujer.
-yo jamás quise lastimarte- rompió en lagrimas- Todavía te amo Clara.
Los ojos de su esposa le contestaron desde la fría e inamovible expresión de su rostro. El odio que sentía por él emanaba de ellos y le decían que no seria feliz hasta que él le pagara todo el daño que le había hecho.
-¿pero qué puedo hacer?- dijo Richard mientras aullaba en llanto- ¿no es mi sufrimiento suficiente?¿llorar por ti todas las noches no te hablanda el corazón?
Clara seguía en su postura, no estaba dispuesta a perdonar a su esposo pero si a odiarlo por toda la eternidad.
-todas las noches... todas las noches me siento en este sillón y tu mirada me reprocha lo que hice. Hace semanas que no puedo dormir, ti mirada me llena de culpa cada noche y hace mi vida más miserable cada día.
Los ojos le respondían fríamente. Lo miraban de la misma manera desde hace seis semanas, ni siquiera habían pestañeado en todo ese tiempo. Esos ojos acusadores que lo miraban a cada instante. Los encontró en la sala, lo siguieron al trabajo y le impedían concentrarce, lo acusaban mientras estaba en la cama y no lo dejaban dormir. Esos ojos, los ojos de Clara Dumont que lo perseguían acosándolo por el crimen que había cometido y lo observaban desde el cuadro frente al cual encontraron el cadáver del señor Dumont. Se había volado la tapa de los sesos, junto a él había una botella de whisky vacía y un vaso.
Los investigadores habían encontrado evidencia que demostraba que Richard Dumont había asesinado a su esposa seis semanas atrás. Los investigadores suponían que la culpa lo había llevado al suicidio.
-es extraño- dijo el detective Clarence, en la sala del señor Dumont mientras observaba el cuadro de su esposa.
-¿qué cosa?- pregunto el agente Gutiérrez.
-ese cuadro, tiene una expresión muy profunda. Severa... acusadora, diría yo. Me pone muy incomodo
-sí, mejor vamonos.
sábado, julio 15, 2006
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