Estas cansado¿Cómo no estarlo con la noche que pasaste? Volvés a casa por la misma calle de siempre, pero no por esa alegre, llena de niños y rayos de sol, por la que te fuiste. Ahora te encontras con una calle oscura y hostil, pero es la calle de siempre y vos decidís que no te importa su aspecto actual. Igualmente el frío no ayuda, se te congelan los huesos y no podes parar de tiritar. Mirás hacia el cielo, está muy despejado y hay una impresionante luna llena. Todo va bien, en la calle solo estás vos y el oscuro silencio de la noche. Oís tus propios pasos retumbar por toda la calle.
Entonces pasa lo que tanto temías, después de una esquina lo escuchas. Te empieza a seguir, a cada segundo es más rápido. No te atreves a voltear y no sabes lo que es. Seguís caminando, esperas que se vaya que entre en alguna casa, pero no se detiene y finalmente lo sentís en tu espalda y te decidís a voltear. Al darte vuelta no hay nadie, ni siquiera a varias cuadras de distancia, es como si el barrio entero hubiera muerto. Te sentís solo y débil, pero por sobre todo pequeño. Sufrís un escalofrío fugaz y te dispones a seguir. A los pocos metros lo escuchas de vuelta, pero esta vez te das vuelta enseguida. Al igual que antes, nada. Nadie en ninguna parte, ni siquiera un gato o algún otro animal. El miedo se empieza a apoderar de vos, entonces desde tu interior empiezan a surgir los gritos. Tal vez para aparentar valor primero exigís que de la cara, después que se vaya, que tenga cuidado porque lo vas a matar... Después de unos minutos ya lo habías insultado, te habías disculpado y lo habías desafiado.
Ya estás mejor, los gritos aunque innecesarios en otros aspectos te ayudaron a calmarte. Dos cuadras enteras sin nada fuera de lo común. “Resulto ser algún boludo nomás o por ahí mi imaginación...”. En ese momento lo sentís, no lo escuchas, no lo ves... lo sentís. Como si fuera una parte tuya por unos segundos, lo sentís, sentís sus movimientos y, por sobre todas las cosas: sentís que toma poder sobre vos y te ordena darte la vuelta. Giras sobre vos mismo a velocidad normal y hubieras deseado que el momento de enfrentarte no hubiera llegado nunca. Al estar frente a frente te da un escalofrío, se te hiela la sangre, solo por que él esta ahí. Su figura se recorta contra la luz de luna, sus ojos te observan, lo escuchas respirar... Entonces se empieza a acercar lentamente y vos quieto, como una rata asustada, pequeña y paralizada por el miedo. Se sigue acercando terrible e indetenible. Vos empezas a llorar, lloras sin hacer ruido, lloras atemorizado de moverte.
Entonces llega ante ti, te mira y sus ojos brillan atravesándote como cuchillos y quemándote como si tuvieras brasas en tu interior, respira y su putrefacto aliento te descompone. Por un instante unas imágenes, fugaces, pasan por tu aturdida mente: ves tu pasado, tu infancia, tus penas y tus alegrías, tus triunfos y tus derrotas tu vida entera pasa ante tus ojos. Hasta que finalmente te ves ahí parado en la calle frente a eso. Pero las imágenes siguen avanzando y llegan hasta un diario: ves un cuerpo tirado en la calle, ves una cara, ves unos ojos desorbitados de terror, la horrorosa mueca del miedo en su estado más puro y simplemente te resignas a reconocer esa cara, tu cara...
sábado, julio 15, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
genial pocho, un buen texto, sincero, explicito, descriptivo, emocionanate....
por lo menos amí me preodujo eso,
http://suavelatigodulcespalpitos.blogspot.com/
Publicar un comentario