La educación pública es techo, plato de comida, abrazo. Somos todes, estamos en el aula dando la clase, nos encargamos de prender la luz y barrer el piso. Lo hacemos por vocación y por un salario de hambre. Estudiamos para poder darle a la sociedad un mejor mañana. Pagamos impuestos que bancan ese sistema educativo al que jamás accedemos. Somos trabajadores de la educación y la cultura, laburantes de la palabra. También somos deuda, devolver un poco del futuro recibido. Un proyecto de vida, pero sobre todo de país.
Fábrica de conocimientos
Otra fábrica para cerrar
Somos esa educación que no es arancelada pero tampoco es gratis. Vamos a comprarla a las aulas, con cada viaje, con cada comida, fotocopia, mate lavado, años de dedicación y esfuerzo. Somos libertad de vientre, faro que atrae congéneres de la patria grande y del mundo que también quieren ser libres. Somos el boleto que ya no podés pagar y que antes dabas por sentado sin pensarlo.
Somos 57 Universidades Nacionales, 29 profesorados, escuelas primarias y secundarias. Somos todos los derechos que podemos salir a ganar y también somos todos los derechos que podemos dejar que nos sigan robando.
Somos todas las luchas que este texto insuficiente no llega a mencionar, pero que están ahí y nos atraviesan. Somos salir hoy a la calle para preservar lo que nos queda. La esperanza de poder mañana seguir avanzando. Somos certeza: todos nuestros derechos serán ley.
Hoy somos el horror de un pueblo sin herramientas para entender que vivir, comer, vestir y medicarse dependen de que tomemos buenas decisiones políticas. Tenemos que crecer y fortalecernos, cueste lo que cueste. La educación del pueblo no se vende, se defiende.
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